Poco más del 3% de los 900 mil paraguayos residentes en la Argentina están empadronados para votar en su país de origen. Fabia, María y Graciela militan para que sean más: recorren barrios y obras en construcción, fiscalizan urnas en La Matanza, organizan actividades culturales de la comunidad. Las une la esperanza de terminar con la hegemonía del Partido Colorado, que solo perdió una vez en sesenta años.
“¿Querés un Paraguay mejor?”, le preguntó Fabia a un obrero de la construcción del edificio más alto de una cuadra de Liniers. Él miró a sus compañeros, que estaban en la misma ronda. Habían terminado la jornada de trabajo. Algunos cuerpos reposaban sobre el portón de chapa, cargaban el cansancio de horas de preparar concreto, alzar ladrillos y vigas. Volvió la mirada a Fabia. Tardó en responder el tiempo en que la última bolsa de arena ascendió por el sistema de poleas hasta el décimo piso: “Yo vivo en la Argentina, no voy a volver más.” “¿Pero, acaso no tenes familia allá? ¿No pensas en ellos?”, retrucó Fabia. Sólo se escucharon las bocinas de los autos. Ella le entregó al hombre los volantes de su frente electoral y se despidió.
En estas recorridas de Fabia, al principio todos contestaban que la política de allá no les interesaba, aunque luego se ilusionaban con un cambio para su tierra natal. Entonces, a la semana, la llamaban. Ella iba a sus barrios, aprovechaba para promocionar un poco más la participación en las elecciones y enseñar cómo gestionar el trámite para votar.
Mientras volvía a la casa, recordaba las tardes bajo el árbol de mangos inmensos. Sentada en la silla hecha de caños y cables, tomaba tereré hasta que el sol se unía con el horizonte de las plantaciones de café. Era difícil acostumbrarse a las calles de la ciudad casi sin cielo, el aire se volvía más espeso. Sin embargo, no extrañaba Paraguay. Había viajado a Buenos Aires a los 15 años, en 1978.
—Cuando en el 2008 ganó Fernando Lugo, fue un entusiasmo terrible. Dije ¡uh, dios mío! Entonces tengo una opción socialista para votar, hacer algo para transformar la historia de mi país.
En 2011, la primera enmienda a la Constitución paraguaya oficializó el reconocimiento del sufragio de los residentes en el exterior. Fabia López votó por primera vez en 2013. También, fue veedora de las elecciones e hizo campaña por el candidato sucesor de Lugo, tras su destitución por un golpe parlamentario. Desde aquel momento, colabora para convencer y empadronar compatriotas.
Fabia nunca había militando en el Paraguay ni en la Argentina. A sus 20 años, cuando vivía en el barrio de Balvanera, había asistido a varias manifestaciones en la Plaza Once contra Alfredo Stroessner, el ex dictador de Paraguay entre 1954 y 1989 respaldado por el Partido Colorado, también denominado Asociación Nacional Republicana. Pero su verdadero interés por la realidad paraguaya no surgió hasta la primavera democrática –como la llamaban– de Lugo.
Hasta entonces su vida era sinónimo de trabajar. En la chacra donde se crió, preparaba el almuerzo para sus padres. Al llegar a Buenos Aires sólo le ofrecieron limpiar y cocinar en casas de familia. Diez años después, pudo emprender: primero tuvo un almacén, luego un local de comidas, una panadería y, por último, un lavadero.
Aquella victoria de la Alianza Patriótica para el Cambio, encabezada por Lugo en 2008, fue un hito histórico en Paraguay: hasta el presente, fue la única vez que perdió el Partido Colorado, desde su consolidación al final de la Guerra Civil de 1947.
Fabia se sumó a luchar por los derechos de su comunidad. Comenzó a frecuentar la Casa Paraguaya, el Solar Guaraní, los festejos de fechas importantes en la Avenida de Mayo y, sobre todo, el Club Atlético Deportivo Paraguayo, donde comparte aniversarios, festejos, reuniones políticas. En 2016, junto a otras mujeres conformaron la organización Las Nuevas Residentas, en honor a aquellas Residentas que se adhirieron a la causa nacional del ejército del Mariscal Francisco López durante la Guerra de la Triple Alianza.
—Hasta el Papa nos dio el aliento para agruparnos y trabajar por nuestro país. Porque, para él, las mujeres paraguayas somos las más valientes.
La trinchera
El Deportivo es punto de encuentro de gran parte de la comunidad migrante paraguaya en Buenos Aires. Allí, también, Maria Alcaraz Ortigoza participa en las actividades del Partido Liberal Radical Auténtico.
María nació en 1968 en la aldea de Yhaca Guasu, a 12 kilómetros de ruta sin asfalto del pueblo Iturbe, en el departamento de Guairá. Cuando cumplió los 24 años se mudó a Buenos Aires.
—Veía que en mi comunidad no había futuro para una mujer. Yo soñaba con estudiar una carrera universitaria.
En la actualidad, cursa las últimas materias de la licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires. Varios años atrás, estudió el magisterio.
—Ahí sentí la discriminación. Una profesora nos decía que las que trabajábamos de empleadas domésticas no manejábamos un vocabulario adecuado para llegar a ser docentes.
Después, pudo realizar en Paraguay el profesorado en lengua guaraní.
—Me tuve que esforzar un montón y pelear para que aquí me convalidaran el título. Pero mi pasión le ganó a todo. Jamás me rendí.
María aprovecha cualquier momento para dar a conocer su lengua materna. Una tarde se sentó en la silla de su living, se acomodó la guitarra en su falda, le pidió a su hijo que la grabara y comenzó a recitar una poesía en guaraní a la par del rasgueo. “Les comparto un pequeño homenaje a nuestro dulce idioma. No se debe apagar, para eso están las madres nativas que jamás se callarán”, escribió en su muro de Facebook.
María traduce al guaraní las campañas de salud y políticas sociales para el Consejo Nacional de Política Indígena. Además, colabora con la Dirección de Comunidades Migrantes del municipio de Tigre –donde vive– en capacitaciones y operativos de documentación para su colectividad.
También, se define como militante política. Desde el 2018, trabaja con la Justicia Electoral paraguaya en las inscripciones virtuales a los padrones para el voto en el exterior. Ya entonces, casi todos los fines de semana y feriados iba al Barrio Mugica, la Villa 31 de Retiro. María participaba en un programa de radio para informar e invitar a los vecinos a las jornadas sobre los derechos civiles y a las polladas. En la Capilla de Caacupé y en el comedor de doña Luz enseñaba cómo votar y, además, inscribía desde su celular.
Durante el primer año de la pandemia, asistió junto a su grupo político a muchos de sus compatriotas que habían quedado varados. Realizaban grandes colectas de alimentos y los repartían casa por casa. También, con sus paisanas vecinas, cocinaban para las ollas populares que organizaba la Capilla de su barrio.
En 2021 fue candidata a representante en el exterior por el Partido Liberal. Ganó la interna. En las elecciones presidenciales del pasado 30 de abril fue apoderada del local de votación de San Justo, La Matanza, por el mismo partido.
El domingo de la elección, aún no amanecía y María viajaba en remis de Tigre a San Justo. Tenía una hora para terminar de maquillarse. Sabía que muchos compatriotas no irían a participar del futuro paraguayo. Según los registros administrativos del Registro Nacional de las Personas, en agosto de 2022 se contaban 900.238 residentes paraguayos en la Argentina, de los cuales solo 31.315 estaban habilitados para sufragar en su país de origen. Una vez más, María debía cuidar cada voto. Llegó a la escuela Almafuerte. Se presentó frente a las demás autoridades y comenzó a recorrer las mesas. Durante el día, apenas se sentó para compartir un mate cocido. La presidencia la volvió a ganar el Partido Colorado, pero la lista del partido de María ganó en San Justo y en La Plata.
—Una, a veces, se desencanta con los resultados. Pero cuando la patria te llama, ahí en la trinchera hay que estar.
La batalla cultural
“Antes que todo, vamos a presentar a las chicas de Proyección Folclórica Paraguaya. Van a servir algunas cosas en el living.” La voz de Graciela González Romero inició con esas palabras el especial de cultura paraguaya en el programa De 1 a 5, de C5N. Aquella tarde de octubre del 2015 tuvo la oportunidad de producir y conducir un acontecimiento excepcional, con 32 artistas. Fue un gran impulso en su trayectoria como productora cultural.
Hace un par de décadas, Graciela no soñaba con ser periodista. Había estudiado para idónea en farmacia, auxiliar en radiología, cocinera. Su vocación se despertó cuando vivía al lado del canal 11, en el barrio de San Cristóbal. A los 49 años, se recibió en el Taller Escuela Agencia (TEA) y desde 2013 trabaja en C5N como productora en los móviles de exteriores.
—Siempre fui una persona pública. Bailaba danza paraguaya, cantaba en el coro de la escuela, tocaba la guitarra. Cuando vine a Buenos Aires, a los 21, pensaba que toda esa etapa había concluido. Pero no fue así.
Graciela guarda su traje típico de ñandutí para ocasiones especiales. Antes de la pandemia, bailó en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer y de la Mujer Paraguaya en el Deportivo Paraguayo. La organización Mujeres Paraguayas en Argentina, también, la había elegido como productora del evento. Otra vez, generaba un éxito: más de 300 asistentes disfrutaron de la celebración.
Entre 2006 y 2008, Graciela vivió de nuevo en Paraguay, en San Lorenzo,.
—Trabajé fuertísimo para la campaña de Lugo, porque nosotros no queríamos más al partido oficial. Hasta llegué a romper la camioneta de mi papá buscando un faro para mi país.
Tras la destitución de Lugo, en 2012, se manifestó con cientos de paisanos frente a la Embajada paraguaya en Buenos Aires. Allí conoció a varios integrantes del Deportivo con quienes hizo radio. Desde ese momento, produjo los principales eventos del área cultural. Fue anfitriona de las fiestas de grupos como los Jineteros, la Santarroseña y de cuerpos de danzas como Ñanduti. A la par, durante tres años, fue productora de las celebraciones de la Federación Paraguaya en la República Argentina para llevar a cabo Buenos Aires Celebra Paraguay en la Avenida de Mayo.
—Lo que más me llevo de ese período es el agradecimiento de los artistas y locutores. Y eso me llena de alegría.
—Ahora estamos muy contentos porque la Secretaría de Cultura del Deportivo llegó a la AFA.
Meses atrás, Graciela y el secretario de Cultura del Club habían tenido una invitación para visitar el Club Atlético Boca Juniors. Hicieron entrega de banderines y se acercó uno de los productores de AFA Cultura. Le pidió el número de teléfono para ofrecerle ingresar en la Secretaría de Cultura de AFA. No dudó. Así se convirtió en la representante del Deportivo, la primera institución paraguaya que forma parte de ese espacio.
En la noche de San Telmo, desde la puerta del Deportivo se escucha un enganchado de una de las polcas más bailadas, “Paloma blanca”. Adentro, las bailarinas elevan sus volados por toda la pista del pequeño salón. La profesora del grupo de danzas Nuestra Señora de Caacupé hace proezas con diez botellas sobre su cabeza, una encima de la otra. Graciela las despide con aplausos y da la bienvenida al próximo recitador. La peña de los viernes se ha convertido en un espacio donde la comunidad se abraza.
—Hago todo esto, porque creo que nuestra gente, mediante la música, las charlas y las comidas típicas, viene y aprende un poco de nuestra historia. Porque si la supieran, no seguirían votando al mismo partido tradicional. Paraguay va a cambiar si desde el exterior nos concientizamos. Ese es mi objetivo, por el que estoy en la Secretaría de Cultura del Club. La cultura es política.